Para Servando, cada campo de olivos exhibía su propio peinado. Las explanadas colmadas de árboles plantados a cierta distancia unos de otros con esmerada pulcritud aludían a los hermosos recogidos que las señoras de postín lucían los domingos y las fiestas de guardar. Algunas laderas evocaban la cabellera de Jacinta, frondosa, pero con poco lustre por la falta de medios. Los valles con olivos milenarios que desafiaban a la muerte, generación tras generación de aceituneros, y que eran fieles testigos del traspaso del legado de conocimientos del oficio se le antojaban similares a los pasadores de pelo que constituían parte de la herencia transmitida de madres a hijas y que otorgaban el broche de oro a un semirrecogido. La devastación de los incendios, la mayoría provocados por la mano del hombre, reducía los montes a ceniza, salpicaba el pelaje natural con calvas producidas por el fuego y, como si de un cáncer se tratara, acarreaba la ruina a las familias afectadas. En tal estado se hallaba él, como un campo de olivos lamido por las llamas. Atrapado en un cascarón de huevo, atormentado por fantasmas añejos y con una máxima conclusiva de la opinión que le merecía la enfermedad: «Ningún hombre debería verse jamás reducido a tan poco».
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https://submarinodehojalata.com/2019/07/17/mi-nombre-es-un-olivo-relato-alicia-adam/
Me encanto!
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Muchas gracias.🙂
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Bueno, este relato, me enchinó la piel desde que lo leí hace meses; intenso de principio a fin; no me dejó depegar los ojos hasta el final, que me dejó boquiabierta. Es fantástico!!!😮👏👏👏👏👏👏
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Muchas gracias, Draj.😊
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Muy intenso!, pero te te quedó fantástico.
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Muchas gracias. 🙂
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