Semanas antes de la detención
Los guardianes del fondo del mar se retorcían dentro de las ascuas hambrientos de sangre y sedientos del sabor de una mujer. Matteo no había sido el discípulo que esperaban y no comprendió el mensaje que durante años le transmitieron a través de sueños lúcidos. Tanta energía consumida para nada.
Tomaron partes de cada una de las víctimas de Matteo y modelaron a Feline. Una mujer diez, formada por fragmentos de diez mujeres y con la capacidad de proyectar, como en un espejo, los deseos más turbios de quienes tenía en frente. Una vez vieron su obra concluida las llamas se regocijaron de su obra. Lanzaron las runas al aire y en la tierra leyeron su segundo nombre: Khelulth.
La profecía había adelantado su nacimiento milenios antes de cuando se esperaba su llegada. Estaba escrito en fuego y sal, que la hija de la Tierra y el Fuego, de la Vida y la Muerte, nacería para reiniciar el fin de los tiempos.
Feline cumplía con creces con el papel que aquellos dos hombres y otros tantos depredadores de diversa índole esperaban de ella: una dulce presa, una mujer fuerte a quien doblegar, un gran manjar, una mujer cualquiera, una mujer que debía ser castigada, recompensada… Una de tantas y una única entre las demás.
Semanas después de la detención
Mientras caminaba apreciaba los distintos aromas que se cocinaban en la ciudad. Los platos de comida callejera, el sudor ocre de horas de trabajo en la construcción, restos de placer en la entrepierna…; y de los más osados, perfumes para disimular la podredumbre de su cuerpo y de su alma.
Khelulth, se adentraba en la cárcel y se alimentaba de las palabras que los presos le ofrecían, alguno de ellos, vociferó:
―¡Por una mujer como tú me metería en la mismísima boca del infierno!
―¿Dónde te crees que estás?, capullo ―respondió otro.
Muchos rieron la gracia y añadieron esto y lo otro. Cada comentario subía el tono del anterior hasta estallar en aullidos que arañaban el oído de quienes los decían y escuchaban. La sangre borboteaba de las orejas de los prisioneros. Varios se llevaban las manos hasta el origen de su dolor, contemplaban la sangre durante unos segundos, para poco después lamerse las manos.
Solo el guardia que la acompañaba permanecía sumido en un ensueño y precedía a Feline. No escuchaba nada. No veía nada. Paso a paso la condujo hasta el lugar donde la esperaba Matteo. Una sala fría con una única mesa metálica. Él hizo el amago de levantarse, pero el guardia lo frenó con un golpe seco en las costillas. Algo dentro del preso crujió. Un doble chasquido en el estómago y otro metálico en el cerebro le hizo comprender quién era aquella mujer.
―No debí…
―No, no debiste.
―Vikttor está muerto. Lo mataron a los pocos días de llegar aquí. El forense pudo identificar su cadáver porque era el único que faltaba en su celda. Ya sabes que incluso en un sitio como este hay normas. ―Abarcó con ambas manos la amplitud de la sala como si fuera un tributo. ―Pero yo no soy como él, yo seguía o creía seguir las órdenes de los guardianes del fondo del mar.
―No, las reinterpretase a tu antojo para desatar tus instintos más oscuros.
―¿Cómo piensan desatar el Fin de los tiempos eliminando el mal de raíz?
―El mal quiere nacer de nuevo desde una única semilla. Está escrito así.
―Si me sacas de este agujero, prometo servirte. ―Sonaba sincero.
―Ya lo has hecho.
Feline se llevó la mano al vientre y acarició a través de su propia piel la vida que llevaba dentro. Frotó la zona con movimientos circulares aumentando de forma progresiva la presión y la intensidad. A los pocos segundos prendió la primera llama del cuerpo de Matteo. Esperó hasta que el fuego lo consumió por completo.
El guardia abrió la puerta y la acompañó a la salida. Seguía sumergido en un ensueño que no le permitía ver que alrededor todos los presos y centinelas se doblegaban ante los guardianes del fondo del mar ardiendo.
Mi aporte al reto #MismoInicioDiferenteFinal. Segunda parte del texto de Gibran Hinojos. Puedes ver las bases y el enlace de su texto en el siguiente enlace.
https://submarinodehojalata.com/2021/09/29/dos-perfiles-de-victima/Texto de Gibrán Hinojos: