La maldición (relato corto)

       La bruja arrojó el último ingrediente a su pócima: una ramita de su árbol más preciado. Al instante, la mañana comenzó a helarse. Respiró satisfecha, al caer la tarde el frío arrasaría la comarca y, durante la noche saborearía las almas agonizantes sin apenas esfuerzo. Su amado Jacinto sería suyo, de uno u otro modo, y no de esa frágil muchacha. Rio rio y rio en un ascenso vertiginoso hasta culminar en una carcajada estridente que se fusionó con los primeros truenos que desgarraban el cielo. Su alegría se vio truncada cuando uno de los haces de luz cayó sobre el árbol de la vida alojado en su jardín y lo arrasó por completo ante sus ojos incrédulos y sus manos paralizadas por el espanto. El fuego se extinguió tan rápido como había germinado. Corrió al encuentro de su pequeño tesoro y trató de encontrar algún brote verde entre los despojos. No tuvo éxito en su empresa. Recogió algunos restos de su pasaporte a la eternidad y los acunó entre sus faldas, al tiempo que un quejido emergió de su garganta y sobrepasó los truenos que empezaban a ganar confianza en el horizonte. Acarició su vientre abultado. No había alternativa para ellas, perecerían como el resto de los humanos presa de la maldición que ella misma había conjurado. Lloró por primera y última vez, con lágrimas mortales y quebradizas su desatino. Sus juramentos siempre llegaban a buen término, así que, no albergaba ninguna duda: Jacinto sería suyo de uno u otro modo.

ALICIA ADAM