CAPÍTULO 3
LARA Y TAXISTA
BRISBANE (AUSTRALIA)
Jueves, 15 de mayo de 2014
Mañana
Lara era profesora de danza en la universidad, tenía su propia escuela de baile, con un amplio repertorio de estilos, y dirigía representaciones de musicales y teatro. Detrás de su apariencia frágil, de muñeca de porcelana a la que proteger y cuidar, se hallaba una mujer con carácter fuerte, decidido y pasional; ponía sus cinco sentidos al cien por cien en todo lo que hacía. Fue ella quien inició la relación con Héctor, ganándose su confianza con pequeños pasos, y determinó aceptar la propuesta de matrimonio, para hacer realidad el deseo de él, a pesar de alejarse del ignosticismo que profesaba. Entre sus lecturas siempre se encontraba algún libro para profundizar en el estudio de las religiones y de la mitología.
Ajustaban semanalmente su agenda personal, sin desatender a familia y amistades, para pasar el escaso tiempo disponible juntos: corrían antes del trabajo, realizaban rutas a caballo, iban al teatro, al cine, celebraban cenas… y hacían un par de escapadas al mes, en las que aprovechaban para recorrer Australia.
También fue Lara quien pidió a Héctor que hiciera de sparring para la Asociación Media Vuelta cuando su hermana se recuperó de la paliza que le había propinado su marido.
La noticia del embarazo de Lara fue bien recibida: deseaban ser padres, aunque no les hubiese importado esmerarse un poco más, durante más tiempo y más veces. En el séptimo mes de embarazo, Lara se levantó con náuseas; era algo normal, se le pasaría a lo largo de la mañana. Con esta certeza y con la promesa de que llamaría a su marido ante la más mínima novedad, Héctor accedió a ir al rancho a trabajar.
Notó cómo el dolor se agudizaba; no sería nada, tan solo su primera falsa alarma de madre primeriza, a la que seguirían muchas más. Pidió un taxi. En el rancho había algunos problemas y no quería importunar, podría arreglárselas sola, al menos por esta vez. Esperó al taxista en la puerta. Unos minutos después oyó varios frenazos, y un chasquido seco apagó su luz: murió. Tuvieron una colisión en la que se vieron implicados varios vehículos y en la que fallecieron siete adultos y la mayoría de integrantes de un autobús escolar. La noticia alcanzó gran repercusión social: el causante del accidente, el conductor de Lara, tenía una alta tasa de alcohol en sangre.
La culpabilidad se enquistó en el corazón de Héctor, se instaló la inmensa posibilidad y el poder destructivo del «y si». De entre todos ellos, siempre prevaleció: «¿y si me hubiese quedado con ella?».
Fotografía: Carmen Durán
Guau, que final 😭. ¡¡Me ha gustado mucho!! 👏👏👏
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Gracias Verónica. 😊
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Waoo !!!
una pregunta lacerante sin respuesta objetiva o precisa…
Excelente capítulo, gracias por obsequiarnos este «abrebocas» de lo que luce ser una excelente novela.
Un abrazo de luz.
Saludos.
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«y sí» (pregunta lacerante…)
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Yo creo que todos en algún momento somos esclavos de los «y si». Gracias por pasarte a leer y comentar. Saludos 🤗
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