Aquel día salí de casa demasiado temprano, las farolas seguían encendidas mientras mi esposa y el resto del mundo dormía ajeno a mis intenciones. No había quien me parece ni quien dijese que estaba mal lo que hacía. Salí y conduje ebrio. Visualicé un portalón como entrada de acceso al infierno y pisé a fondo el acelerador. No lo vi. No vi al niño que corría detrás de su pelota e impacté contra su cuerpo. Recuerdo el sonido de sus huesos al quebrarse y un grito ahogado. Di marcha atrás y huí de aquel infierno que había creado.
En el garaje al tiempo que limpiaba los restos de sangre el alcohol se iba evaporando y en su lugar se instalaban los remordimientos. Miré el reloj tenía que acudir a la oficina como cualquier otro día para no levantar sospechas. Abrí la puerta del edificio de las mentiras y me senté en mi escritorio. Leí el letrero que lo presidía: juez Carter. Escuché los sonidos de los tacones de mi secretaria aproximarse. Respiré hondo y maldije a mi suerte: la locura empezaba y terminaba con ella.
Alicia Adam
¡De impacto!
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Gracias. 😉
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Un relato impactante, brutal. Igual que el tema.
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Muchas gracias, Olga.😊
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Woww, la Alicia macrabra ha llegado. Me he quedado con la barbilla por el piso. 😱😱😱Qué bueno!!! La frase «edificio de las mentiras» es GENIAL👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏
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Muchas gracias, DraJ. 🤗
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👌 👋 👋
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Gracias. Saludos Luces.
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😀
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Impactante a la par que inquietante. Muy bueno eso de: «la locura comenzaba y terminaba con ella».
👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
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Gracias, Iván. Me pareció la mejor forma de cerrar.
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Genial!! 👍
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Gracias. 😊
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