El valle guardaba luto. Incluso las hojas de los árboles imploran al viento quietud para que el baile de sus hojas no denotara una felicidad que ningún ser vivo sentía. El silencio pesaba y pesaba la carga de la impotencia. Algunos seres vivos aún no sabían que había ocurrido, pero sabían que pasaba algo y que era mejor no preguntar. El sufrimiento cuanto más tarde en llegar, mejor. En el centro de cada uno de estos seres que no conocían la noticia se atesoraban demasiadas posibilidades y anhelaban con fuerzas que fuera la más liviana. No todas las pérdidas se sienten igual. Por algunas se llora y por otras solo se asoma la tristeza a la comisura de los ojos.
Llegaron. Escucharon una música artificial seguida de la hoja afilada del hacha. Los árboles se aferraban al suelo con sus raíces resistiéndose a lo inevitable. La ciudad avanzaba dejando un rastro de savia a su paso.

Bosque creado con IA
