Quedamos delante de la puerta de la Biblioteca San Cristóbal. Todos albergábamos ciertas dudas sobre la conveniencia de entrar allí; a pesar de eso, a todos nos relucía la infancia en los ojos como los destellos que producen las pepitas de oro.
Nos miramos. Ninguno se atrevía a dar un paso al frente y pasar dentro, donde nos esperaban las joyas de papel colocadas en las estanterías. Adrián tuvo miedo y reculó con un paso atrás, no sabía leer bien. Creo que le aterraba que nos riéramos de él, o peor aún, que no le ayudáramos con la lectura. Una lágrima se deslizó por su rostro. La sujetó y esta le dio fuerzas para entrar y dirigirse al Cocinero de los Cuentos; con el paso tan firme como le permitía la edad.
—Queremos escuchar sus cuentos. —Adrián abarcó con su mano el espacio que ocupábamos nosotros. Un grupo de ancianos que lo contemplábamos con ojos suplicantes.
—Pero ustedes… No son niños —contestó el Cocinero de los Cuentos con incredulidad.
—Nunca lo fuimos. Hemos venido a recuperar nuestra infancia.
Photo by cottonbro on Pexels.com
que bonito, yo creo que a pesar de mis 60 casi 61, aun me queda algo de niño, no me importaria ir a escuchar al cocinero de cuentos
Me gustaLe gusta a 2 personas
Yo me apunto también.
Creo que una parte de la infancia siempre sigue dentro de nosotros.
Me gustaLe gusta a 1 persona
gracias a dios, si no seria muy triste
Me gustaLe gusta a 2 personas
Bello texto, Alicia.
Fuerte abrazo.
Me gustaMe gusta
Gracias. 🤗
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hermoso, Alicia..! Gracias..!!! (…y «me anoto» con Juan y vos, para escuchar esos cuentos… Fuerte abrazo..! 🙂 )
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias. Ya somos tres. Seguro que alguno más se apuntaba.
Me gustaMe gusta
Bravo!!!!!!!! Me apunto como los demás, gracias Alicia
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias, tendremos que plantearnos hacer una lista.🙂
Me gustaMe gusta